domingo, 28 de diciembre de 2014

MEDIOCRACIA EN APUROS

No está mejorando la economía española gracias a Rajoy, sino a pesar de Rajoy. Es fácil de demostrar. Salimos de la recesión porque el precio del petróleo ha bajado de forma acelerada, lo cual reduce de facto los costes de todo lo que hacemos y consumimos. También se ha producido una notable devaluación del euro. Aunque sigamos haciendo las cosas de la misma manera, solo esos dos factores mejoran ya nuestra competitividad y nuestras exportaciones. Más o menos un cuarto del crecimiento del PIB de este año se ha producido gracias a esas dos circunstancias en las que ni Rajoy ni Guindos ni Montoro tienen nada que ver. Tampoco tiene mucho que ver con nuestro indolente Gobierno que el Banco Central Europeo ponga en marcha medidas de estímulo, o que de pronto los bancos, casi todos con matriz o actividad multinacional, empiecen a abrir el grifo del crédito.

¿Dónde quedan entonces las reformas de Rajoy? Hemos crecido a pesar de ellas. Con medidas de estímulo y no de recorte, Estados Unidos ha crecido este año más que la cicatera Europa. En España el Gobierno pegó tres hachazos brutales a las clases medias que, en la práctica, han supuesto el trasvase masivo de rentas desde la gente corriente a los más poderosos. Con el aplauso, claro, de sus mayordomos conservadores europeos, empezando por Merkel.

La reforma de las pensiones terminó por ley con esa garantía que desde los 80 se mantenía según la cual, pasara lo que pasara, las pensiones no perderían poder adquisitivo. Zapatero lo permitió por primera vez en plena crisis, pero Rajoy lo institucionalizó. Las pensiones ya no aumentan como mínimo como el IPC, sino con otro complejo cálculo que depende básicamente de lo que quiera el Gobierno de turno.

La reforma laboral, por su parte, permite que haya gente con 45 años cobrando por un contrato en prácticas, por ejemplo. De manera que, en efecto, sucede por primera vez en la historia que podemos hablar de pobreza laboral: de gente que es pobre aun trabajando. No alimentan la tasa de paro, pero son pobres.

Un tercer hachazo, por último. Quizá el peor: la reforma fiscal, acompañada de una amnistía previa a grandes defraudadores. Esa reforma ha puesto en manos del diez por ciento más rico el 40 por ciento del dinero que el Gobierno ha decidido repartir y que, naturalmente, procede de los impuestos que pagamos todos. Simple y llanamente indecente: quienes más ganan y probablemente menos requieren incrementan proporcionalmente su renta mucho más que quienes menos ingresan y más necesitan.

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