miércoles, 21 de noviembre de 2018

Salto a tras


El mayor salto atrás de lahistoria desde que el meteorito se llevó por delante a los dinosaurios y lo puso todo perdido de ceniza y humo. Hemos retrocedido tanto y tan rápido que la vertiginosa sensación de movimiento confunde e induce a pensar que todo está cambiando, cuando en realidad las cosas solo vuelven a ser en esta parte del mundo como nunca habían dejado de ser en la mayor parte del planeta.
La economía vuelve a funcionar en base a relaciones de producción donde unos pocos acumulan los beneficios y a la gran mayoría, a la fuerza del trabajo, solo se le asegura el mínimo de subsistencia para que puedan seguir trabajando al día siguiente. En la política, hemos retornado a sistemas donde solo los propietarios deciden y caminamos hacia sistemas donde solo los propietarios tendrán derechos y solo a ellos corresponderá determinar si los no propietarios tienen derecho a algo. El Estado del Bienestar retrocede hacia aquella vieja concepción punitiva donde, además de acreditar ser víctima de la desgracia y necesitar ayuda, los individuos que la pretendan han de probar que se la merecen. En política internacional, primero regresamos a la Guerra Fría y ahora ya hemos entrado de lleno en la época colonial.
Las guerras de Irak o Afganistán, o Libia, operaron bajo la retórica de la "comunidad internacional". La teoría establecía que se trataba de intervenciones guiadas por la comunidad internacional para preservar bienes comunes como la paz, la democracia o los derechos humanos y para detener el exterminio de la población civil. Todos sabemos que la realidad era otra. Guerras por los recursos naturales, el control estratégico y el gran negocio militar. Películas de buenos y malos donde los buenos siempre éramos nosotros. Cambiábamos regímenes corruptos y fieles pero ineficientes, por otros más corruptos, mas fieles y más eficientes, al menos en teoría. No suponía un gran avance, pero al menos las intervenciones debían respetar unas reglas y un escrutinio mayor por parte de la opinión pública, pudieron pararse algunas matanzas y los gobiernos debían esforzarse para justificar sus acciones.
Con Siria volvimos al esquema de la Guerra Fría. Áreas de influencia donde ninguna potencia interviene en el territorio de otra y cada una ordena el suyo como le parece. El espacio está repartido y no se discute. Solo se abren corredores "humanitarios" para sacar los muertos, meter unas cajas de medicinas y limpiar algunas conciencias.
Con Ucrania hemos regresado al modelo puramente colonial. No falta ni un clásico como Crimea. Nos estamos repartiendo un país y las potencias despliegan y exhíben su fuerza para reclamar su parte. Ni comunidad internacional, ni democracia, ni libertad, ni derechos humanos, ni gaitas. Esto es mío y me lo quedo. Ninguna potencia necesita más justificación o retórica.
La misma Europa que se va construyendo como un búnker blindado contra toda la desgracia y la miseria que rodea sus fronteras, se indigna y escandaliza cuando mueren inmigrantes entre los alambres de sus vallas y playas, cuando los rusos se ponen a construir su propia fortaleza, o cuando los USA actúan como esa policía a quien nadie quiere pero todos llaman para arreglar sus problemas. Una década de horror y genocidio en los Balcanes no han servido ni para que aprendiéramos la lección. Solo para hacernos más cínicos.
Admitámoslo. Tienen razón Botín, Francisco Granados o Bárcenas. Ellos sí que saben. En este mundo globalizado, inestable y peligroso, solo hay una cosa que nunca cambia, siempre es segura y siempre hace falta para firmar tantos tratados de paz y guardar tanto dinero: Suiza.

viernes, 2 de noviembre de 2018

Claroscuros



Algo nuevo se tiene que intentar, es cierto que con cautela y midiendo cada paso al milímetro. Seguramente algunas de estas medidas no verán la luz pero con un poco que se pueda ir cambiando ya avanzaremos mucho. Recuperar la democracia para los ciudadanos no va a ser tarea fácil, llevamos muchas décadas cediendo nuestra democracia a los bancos y a las grandes corporaciones que tienen intereses en todo el planeta. No lo van a poner fácil y ademas estamos dentro de un entramado en la UE que nos pueden arruinar en segundos y me refiero a Alemania. Inglaterra y algunos mas entre los que están los EEUU. Para bien o para mal somos Occidente y somos Economía de mercado con modelos que se van asemejando cada vez más a la súper economía capitalista y liberal del planeta. Otros cuatro años mas de estos tipos y será un recuerdo en las hemerotecas el estado del bienestar en este país.
En mi opinión el primer tema a abordar es la corrupción y poner los mecanismos necesarios para erradicarla o minimizarla lo más posible.
El segundo tema es la reorganización del estado buscando formulas que permitan no invertir tantos recursos públicos en sueldos a políticos sin un cometido eficiente y me estoy refiriendo al senado.
El tercer tema debe ser la reorganización de la función pública reforzando la lucha contra el fraude fiscal (de todo tipo) y la necesidad de contar con más inspectores de trabajo. Seguramente dentro de los funcionarios y con la formación necesaria se podrían reconvertir muchos puestos de funcionarios a otras labores que ahora hacen mucha falta.
Cuarto tema prohibir los desahucios y proteger a las personas de la pobreza energética y del hambre.
Solamente y en mi modesta opinión si estas propuestas  salieran adelante el país cambiaría considerablemente.
Luego quedarían muchos temas pendientes para abordar como la Educación y la investigación que se deberían blindar en la constitución.
En fin quizás a mi edad ya madurita tengo más miedo del que debiera a los cambios bruscos porque he vistos muchos a lo largo de mi vida y del mismo modo los he visto fracasar. Deseo que de verdad cale algo nuevo que sea fresco y decente que tengamos un país serio y solidario entre todos. Que todos arrimemos el hombro y que hagamos siempre autocrítica de nuestras acciones ya que nadie posee la verdad absoluta de nada y tampoco este mundo se divide entre buenos y malos, siempre están los matices y los claros-oscuros.

miércoles, 31 de octubre de 2018

El embrutecedor



 El embrutecedor



Hace dos o tres días consiguió llegar hasta mí -a pesar de que me hallaba enfermo de un ataque de ictericia- un voluminoso viejo que se llamaba, al parecer, Sarmihiel.

Me vi delante de una vasta cara de enormes quijadas de boyero, endulzada por unos grandes ojos casi blancos, de extático. Me tendió una sólida mano de Goliat y me anunció que tenía necesidad de mi apoyo para una empresa de la que dependía la felicidad futura de los hombres. Le contesté inmediatamente que no me importaban absolutamente nada los hombres ni su felicidad y que podía ahorrarse el tiempo y la charla. Pero Sarmihiel no se arredró.

-Cuando tenga una idea de mi sistema -manifestó- cambiará tal vez de opinión. El escuchar no le costará nada. Yo no pido limosna, sino comprensión.

Por curiosidad y tal vez por efecto de mi debilidad en aquel día, me dispuse a escucharle.



-Usted conoce seguramente -dijo el viejo-el famoso aforismo de Federico el Grande: L'homme est un animal dépravé. Profunda sentencia comprobable diariamente. Todas las amarguras, las maldades y las melancolías del hombre provienen de su depravación, es decir, de haber renegado su verdadero destino, de haber violentado su naturaleza originaria. El hombre es un animal, nada más que un animal, y ha querido convertirse, por una perversión única entre los brutos, en algo más que en un animal. Ha cometido una traición, la traición contra la animalidad, y ha sido castigado por esta prevaricación. No ha conseguido convertirse en ángel y ha perdido la beatitud inocente de la bestia. Por esto ha quedado suspendido en medio del aire, torturado, angustiado, enfermo, turbado y no satisfecho Su única salvación está en volver al origen, reintegrarse plenamente a su naturaleza auténtica, volver a ser animal. Todos los grandes pensadores, desde Luciano a Leopardi, han reconocido que las bestias son incomparablemente más felices y perfectas que el hombre, pero nadie había pensado, hasta ahora, en elegir un método racional y seguro para operar la reunión con nuestros hermanos. Debernos volver a entrar en el paraíso perdido y el Edén no era, recuérdelo, más que un inmenso jardín zoológico. El paraíso que hay que reconquistar es la fauna.

»A Homero se le había presentado ya esta visión. Circe, que transformaba en cerdos a los compañeros de Ulises, es la magna bienhechora de la que me vanaglorio, a una distancia de tantos siglos, de ser el primer discípulo. Pero Ulises, que representa la astucia, es decir, la inteligencia corruptora, y es el protegido de Minerva, celosa de la felicidad de los hombres, hizo tantas cosas que al fin los restituyó a la condición humana es decir, al castigo. De cómo fue castigado por este delito, sabido es que se puede leer claramente en la Odisea.

-He comprendido la tesis -interrumpí-, lo he comprendido a la perfección, precisamente porque no soy una bestia. Pero todavía no veo...

-Un poco de paciencia -contestó Sarmihiel-. Usted es el primero que me escucha más de dos minutos y permite a un anciano que se desfogue al menos una vez en su vida. Yo no soy profeta rechazado, como Zarathustra, pero mi ideal es lo contrario del suyo: él era precursor de la superación, yo del embrutecimiento. Pero los dos estamos de acuerdo en sostener que el estado actual del hombre -situación vil y triste entre el mono y el superhombre- es demasiado absurdo e insoportable; no nos queda más que retrocede


Giovanni Papini

La compra de la republica



La compra de la República

(Capítulo de la novela Gog)

Giovanni Papini

En este mes he comprado una República. Capricho costoso que no tendrá continuaciones. Era un deseo que tenía desde hace mucho tiempo y del que he querido librarme. Me imaginaba que eso de ser el amo de un país daba más gusto.

La ocasión era buena y el negocio quedó concluido en pocos días. Al presidente le llegaba el agua hasta el cuello: su ministerio, compuesto por paniaguados1 suyos, estaba en peligro. Las arcas de la República estaban vacías; imponer nuevos impuestos hubiera sido la señal para el derrocamiento de todo el clan que asumía el poder, tal vez de una revolución. Ya había un general que armaba bandas de rebeldes y prometía cargos y empleos al primero que llegaba.

Un agente norteamericano que estaba allí me advirtió. El ministro de Hacienda corrió a Nueva York: en cuatro días nos pusimos de acuerdo. Anticipé algunos millones de dólares a la República y además asigné al presidente, a todos los ministros y a sus secretarios unos estipendios dobles que los que recibían del Estado. Me han dado en prenda -sin que lo sepa el pueblo- las aduanas y los monopolios. Además, el presidente y los ministros han firmado un convenio secreto que, prácticamente, me da el control sobre toda la vida de la República. Aunque yo parezca, cuando voy allí, un simple huésped de paso, soy, en realidad, el amo casi absoluto del país. En estos días he tenido que dar una nueva subvención, bastante fuerte, para la renovación del material del ejército y me he asegurado, a cambio de ello, nuevos privilegios.

El espectáculo, para mí, es bastante divertido. Las cámaras continúan legislando, en apariencia libremente; los ciudadanos siguen imaginándose que la República es autónoma e independiente y que de su voluntad depende el curso de los acontecimientos. No saben que todo lo que ellos creen poseer -vida, bienes, derechos civiles- penden, en última instancia, de un extranjero desconocido para ellos, es decir, de mí.

Mañana puedo ordenar la clausura del Parlamento, una reforma de la Constitución, el aumento de las tarifas de aduanas, la expulsión de los inmigrantes. Podría, si quisiese, revelar los acuerdos secretos de la camarilla ahora dominante y derribar con ello al Gobierno, desde el presidente hasta el último secretario. No me sería imposible empujar al país que tengo en mis manos a declarar la guerra a una de las repúblicas limítrofes.

Este poder oculto, pero ilimitado, me ha hecho pasar algunas horas agradables. Sufrir todas las molestias y servidumbre de la comedia política es una fatiga tremenda; pero ser el titiritero que, tras el telón, puede solazarse tirando de los hilos de los fantoches obedientes a sus movimientos es un oficio voluptuoso. Mi desprecio por los hombres encuentra aquí un sabroso alimento y miles de confirmaciones.

Yo no soy más que el rey de incógnito de una pequeña República en desorden, pero la facilidad con que he conseguido adueñármela y el evidente interés de todos los enterados en conservar el secreto, me hace pensar que otras naciones, y bastante más grandes e importantes que mi República, viven, sin darse cuenta, bajo una análoga dependencia de misteriosos soberanos extranjeros. Siendo necesario mucho más dinero para su adquisición, se tratará, en vez de un solo dueño, como en mi caso, de un trust, de un sindicato de negocios, de un grupo restringido de capitalistas o de banqueros.

Pero tengo fundadas sospechas de que otros países son efectivamente gobernados por pequeños comités de reyes invisibles, conocidos solamente por sus hombres de confianza, que continúan representando con naturalidad el papel de jefes legítimos.

FIN


* El cuento “La compra de la República” es un capítulo de la novela Gog, de Giovanni Papini.
, me espanta. El hecho de que la mente humana no ha asociado todavía la manducación y la defecación, demuestra nuestra grosera insensibilidad. Sólo algunos monarcas de Oriente y los Papas de Roma han llegado a comprender la necesidad de no tener testigos en uno de los momentos más penosos de la servidumbre corporal, y comen solos, como deberíamos hacer todos.




Llegará un tiempo en que causará estupefacción nuestra costumbre de comer en compañía - ¡al aire libre y en presencia de extraños!-, como hoy sentimos disgusto al leer que Diógenes, el cínico, satisfacía en medio de la plaza sus más inmundos instintos. La necesidad de engullir fragmentos de plantas y de animales para no morir, es una de las peores humillaciones de nuestra vida, uno de los más torpes signos de nuestra subordinación a la tierra y la muerte. ¡Y en vez de satisfacerla en secreto, la consideramos como una fiesta, hacemos de ella una ceremonia visible, la ofrecemos como espectáculo cotidiano, con la indiferencia de los brutos!

En mi caso, en el Nuevo Partenón, he suprimido desde hace tiempo la costumbre cuaternaria de las comidas en común. En los corredores hay puertas cerradas con un cartelito encima donde aparecen las dos letras A. A. Todos los huéspedes saben que allí dentro, a cualquier hora, se halla comida y bebida. Son cuartitos pequeños, pero luminosos, con una sola mesa y una silla única. El que tiene hambre va allí dentro y se encierra. Cuando se ha saciado sale, sin ser visto, y vuelve a sus ocupaciones o a su vagar. Camareros encargados de aquel servicio visitan algunas veces al día aquellos gabinetes, hacen desaparecer los platos sucios y proveen de alimentos bien preparados que se mantienen calientes durante muchas horas. En la proximidad de cada cabina de alimentación hay un water-closet con los últimos perfeccionamientos higiénicos.

¿Dentro de cuántos siglos será adoptado mi sistema en todas las moradas de los hombres?

Tomado de Gog



Sistema político

¿Cuál es el mejor sistema político para gobernar un país?

Todo el mundo te ha dicho que el mejor sistema es la democracia, yo creo que es subjetivo esto. Una democracia es una ruina si se gestiona mal, y ya no te digo una dictadura o una monarquía absolutista… Un dictador, que haga las cosas bien, que mire por su pueblo y que sea buena persona, pues oye, no tiene por que ser un fracaso, el problema es que la mayoría de los dictadores lo hacen MUY MAL y muchos se convierten en criminales.

¿La democracia es el mejor sistema? no, es el mas libre, el que menos opresión ejerce a su pueblo, no significa que sea el mejor. De hecho creo que ningún sistema actual es bueno.

Aquí en España hay democracia, y es un desastre, solo gobiernan para las coorporaciones, para los bancos europeos y para los intereses de los mercados y las grandes jerarquías. Ademas hay demasiada gente viviendo del estado, demasiados representantes, partidos… diputaciones… autonomías… y son miles de funcionarios representativos que terminan llenándose los bolsillos y mirando su interés.

Ahora se me echará todo el mundo encima pero ¿como voy a decir que la democracia es buena con este panorama? si yo voto a un gobierno y muchas veces no gobierna ni la fuerza mas votada ¿como se entiende eso? y cuando llegan al poder, reciben órdenes de coorporaciones e identidades que están por encima de ellos… y el pueblo no puede hacer nada, por que su capacidad de decisión está limitada a (un partido político cada 4 años) punto pelota.

Ahora, dando mi opinión personal, yo cogería a la democracia, la desnudaría, y la vestiría a mi manera.

En primer lugar ¿que es eso de partidos políticos? ¿para que tantos partidos e ideologías que solo dividen a la sociedad? llegan las elecciones, votas a un partido y te aguantas, te jodes con lo que salga. Puede gustarte el presidente, pero este elige como ministros a quien quiere, y gestiona el gabinete de gobierno como quiere.

Hay ministros de sanidad, que no tienen ni puñetera idea de como funciona la medicina, hay ministros de defensa, que no conocen ni de lejos la vida militar… hay ministros de educación, que no saben como funciona una escuela… y así todo. El presidente elige a quien le sale de los huevos (hablando claro) y tu te aguantas.

De eso nada, yo haría elecciones y votaría a personas, ¿que es eso de un partido político? de eso nada, a PERSONAS.

Para el ministerio de defensa, se expondrían candidatos, gente lista, gente inteligente joder que sepa lo que es el ejército, lo que es la vida militar y que conozca de primera mano los intereses del ejército español, lo mismo con el ministerio de sanidad. Cirujanos retirados, médicos, gente lista que sepa como funciona un hospital, que sepa como va la sanidad en este país.

No quiero mas ministros que llegan a la cúspide haciendo peloteo a la gente de su partido… QUIERO VOTAR DIRECTAMENTE A MIS REPRESENTANTES. Ya esta bien de si somos de derechas o de izquierdas… quiero que me represente GENTE INTELIGENTE, no gente con un ideal político en concreto.

El ministro de defensa podría ser de derechas y el de sanidad de izquierdas…. VOTAR A PERSONAS¡¡¡ y desde luego, poderlas quitar del poder cuando no nos interese, sea por votación.

Habrían candidatos para cada ministerio y gente que esté relacionada con esto.

El pueblo ha de tener poder para expulsar a un gobierno cuando este no cumpla sus intereses, ¿que es eso de esperar 4 años? ¿por que? yo los plazos los limitaría a 2 años incluso menos si el pueblo así lo decide.

El senado, lo erradicaría, no sirve para nada, es el asilo para los políticos retirados de la primera línea… es una cámara de representación territorial que no sirve para nada, nadie hace caso al senado y ahí tenemos a un buen número de políticos cobrando a lo idiota.

Dejaría las autonomías, (cada región española es un mundo) Comprendo que Galicia poco tiene que ver con Andalucía, y dejaría a ciertas personas para defender los intereses de estas zonas, y tomar decisiones a nivel autonómico, pero… (nada de un partido) se votaría a PERSONAS. En Valencia, ganó el PP y gobierna PSOE ¿por que? por pactos… ¿que es esto de los pactos??? fuera pactos y tonterías.

Eliminaría las diputaciones, creo que los representantes provinciales sobran, vasta con los autonómicos.

Y lo mismo con los ayuntamientos, TU ELIGES A TU ALCALDE, no aun partido, y TÚ eliges a tus concejales, no el partido ganado, que pone a quien le da la gana.

La democracia, es muy poco democrática, tu votas a un partido y te expones a todo lo que haga ese partido durante 4 años… el presidente elige a quien quiere para lo que quiere… y nosotros no tenemos ley ni voto en nada.

Pondría que se votasen , las leyes importantes que adquieran una reforma constitucional, (LA CONSTITUCIÓN ES DE TODOS LOS ESPAÑOLES) no del parlamento.

Y así cambiarian mucho las cosas

El verdugo nostálgico

El verdugo nostálgico

Mi pobre Tiapa no se encuentra bien. Sufre de amor propio concentrado. La inacción le humilla. En vano le permito, de vez en cuando que degüelle una cabra. un cerdo, un becerro. Todos los volátiles destinados a la cocina mueren en sus manos, pero hay que ver con qué rabiosa tristeza retuerce el cuello a los gallos y a los pavos.

Lo comprendo: imagino lo que experimentaría un Ford condenado a fabricar automóviles para niños y no más de dieciséis al día. Por otra parte, Tiapa es viejo y no podría ejercer su antigua profesión. Durante cuarenta años seguidos este robusto indio fue verdugo en México y en otros países de América y Asia, pero ahora ya no tiene la fuerza y la precisión de antes, y ningún Gobierno le tomaría a su servicio. Y este hombre, que ha quitado la vida a millares de hombres, ya no sabría cómo ganar la suya si no hubiese sido recogido el año pasado en mi casa. Los verdugos no son previsores, y dado su escaso número, no poseen siquiera un trade-union profesional.



Tiapa no ha sido ni un ejecutor vulgar ni un tímido y gélido funcionario de la justicia. Era un apasionado, un entusiasta, un artista. Ha sido, creo, el último verdugo de puro estilo de nuestros tiempos.

Verdugo por vocación. Su adagio preferido es «Las espaldas han sido creadas para los bastones y los árboles para ahorcar». Esta apasionada naturaleza suya se reveló plenamente en el motivo que le hizo abandonar la profesión. Un joven asesino, en el país donde era verdugo, fue indultado, pero rechazó el indulto. Se lo entregaron: el reo, satisfecho, saludó a su ejecutor y le estrechó la mano. Pero todo esto irritó extrañamente a Tiapa. «Mientras se retuercen y se defienden, todo va bien -dijo-, pero yo no quiero ser cómplice de un suicidio.. Y se negó a cumplir su misión, por lo que fue licenciado antes de tiempo.

-Europa -me decía- ha perdido el secreto de matar. La adopción de los medios mecánicos es el síntoma de una decadencia del arte. La guillotina es rápida, pero demasiado geométrica e impersonal El fusilamiento es el triunfo de lo superfluo, un derroche inútil. Sin contar que los fusiles, ennoblecidos por la caza y la guerra, no deberían ser adoptados para los delincuentes. Los Estados Unidos, con la silla eléctrica, han caído en el máximo de la abyección. La electricidad, la fuerza más espiritual de la Naturaleza, la que da luz y alas, ¡envilecida hasta el punto de asesinar a los asesinos! Los ingleses, que han conservado la vieja horca, son más lógicos y respetuosos, aunque la horca sea, desde otro punto de vista, un medio demasiado incoloro y primitivo; diré, incluso, demasiado ingenuo. En Europa, para decir la verdad, hay solamente dos pueblos que tienen una cierta originalidad en la elección de los suplicios: España y Turquía. El garrote y el palo se salen un poco de lo vulgar y constituyen un castigo más severo que lo acostumbrado, pero palidecen ante los antiguos hallazgos del arte. Y considere que los turcos no son ciertamente europeos, sino de raza mongol y están casi excluidos en Europa.

»La Edad Media ha sido, para el mundo blanco, la gran época del homicidio legal. La rueda, la lapidación y el descuartizamiento eran operaciones refinadas y que exigían una cierta habilidad. Pero los antiguos no se quedaban atrás. El suplicio de Mesenzio, aunque poco usado, era generalísimo, y la idea de Nerón de transformar los cuerpos humanos, con pez, en antorchas vivientes, no merecía ser abandonada. El fuego, para mí, es uno de los más perfectos instrumentos de la justicia. Nada iguala, desde el punto de vista del aniquilamiento total, a una pira bien preparada, hecha de leña resinosa y bien aireada. Tiene algo de clásico, de poético, de grandioso que place a los ojos de la fantasía. Los suplicios que han quedado más profundamente impresos en la memoria de los hombres son aquellos en los que presidió la llama. Las parrillas de San Lorenzo, la pira ardiente de Juana de Arco, las hogueras de Savonarola: grandes páginas de heroísmo y de historia.

»No quiero afirmar con esto que el hacha no tuviese también sus méritos. Creaba una relación directa y diré casi íntima entre el verdugo y el condenado. Cercenar una cabeza de golpe no podían hacerlo todos. Se requería una vista óptima y un brazo seguro. Y cuando se trataba de personajes de alta categoría, como reyes y otros análogos, había el peligro de la sugestión y del temblor. El sentimiento, en nuestros oficio, es una gran desventaja.

»No comprendo por qué, desde hace tantos siglos. ya no se usa la crucifixión: era un suplicio bastante largo, bastante doloroso y sobre todo estético. Hoy se tiene demasiado poco en cuenta la estética. Las ejecuciones, especialmente en Europa, se hacen hoy en los patios de las cárceles, casi sin nadie. furtivamente, como si la justicia humana se avergonzase de sus sentencias. Para mí este modo de obrar es un misterio. O los jueces creen que el condenado merece verdaderamente la muerte, y entonces deberían circundar esta muerte de la mayor solemnidad, o tienen dudas sobre la legitimidad de su derecho sobre la vida humana, y entonces no deberían condenar a muerte a nadie.

»He realizado muchos viajes por el mundo con objeto de perfeccionarme en mí arte, y debo confesar que, incluso en eso, Asia puede dar lecciones a todos. No aludo a los hebreos: como no tuvieron arquitectura, ni escultura, ni pintura, no conocieron tampoco la técnica de la pena capital. Usaban la lapidación; pero el tirar piedras es diversión de muchachos, indigna de hombres verdaderos. Y fíjese en que todos podían tomar parte en aquel vil suplicio democrático: no existía, en la antigua Judea, el empleo fijo de verdugo. El único hebreo que demostró un rudimento de fantasía fue el rey Manasés, el cual, según cuentan, hizo atar al profeta Isaías entre dos tablones y los hizo aserrar.

»Otro genio demostraban los egipcios y los asirios Cuando un pueblo se rebelaba los reyes de Babilonia hacían desollar a los culpables y con sus pieles tapizaban las murallas de la ciudad insurreccionada. Estas tradiciones pasaron a los mongoles, pero Tamerlán es más famoso por la cantidad que por la calidad de los suplicios. Era un mercader al por mayor, pero no un refinado. Las pirámides de cabezas que quedaban aquí y allá. como recuerdo de su paso, no dejaban de tener cierta belleza, pero los modos de matar eran más bien comunes y despreciables. La verdadera patria de nuestro arte es China. En el viaje de instrucción que hice al Celeste Imperio, hace ya muchos años, cuando era todavía joven, pude asistir a alguno de los suplicios clásicos de aquel país tan exquisitamente civilizado. Pero había comenzado ya la decadencia y me dicen que ahora, con la República, las cosas van todavía peor. ¡Hasta quieren imitar a los europeos y se rebajan incluso al fusilamiento!

»Una sola vez en una ciudad de la provincia de Kuang-Si, pude ver el "suplicio de los cuchillos", que para mí es una de las obras maestras de nuestra profesión. Por lo menos es el que me ha dejado una impresión más profunda: merece ser visto. Quizá no sabe en qué consiste. El condenado aparece atado a un palo y delante de él se halla el verdugo con una especie de cesto cubierto con un paño De cuando en cuando el ejecutor mete la mano en el cesto, sin mirar, y saca un cuchillo, lee la palabra que se halla grabada en la hoja y, según lo que ve escrito, opera. En el cesto hay tantos cuchillos cuantas son las partes del cuerpo y cada uno lleva su inscripción correspondiente En el primero que cogió el verdugo debía de hallarse «pie derecho», porque fue el primer miembro que vi cortar al paciente. Luego vi sucesivamente cortar la oreja derecha, las nalgas, la mano izquierda, la pierna derecha, el labio superior, los dos senos y el brazo manco. El paciente no gritaba, apenas gemía. Tal vez se hallaba desmayado. Me dijeron que las familias de los condenados. cuando son ricas pagan una gran cantidad al verdugo para que saque pronto el cuchillo donde se halla escrito "cabeza" o "corazón", con objeto de frustrar las intenciones del inventor y abreviar la ejecución. Pero aquella vez debía de tratarse de un malhechor pobre, porque sólo al final le fue cortada la cabeza. Si los requisitos esenciales de la pena deben ser la duración y la variedad del tormento, me parece que el primer lugar debe ser concedido al de los cuchillos. Me hice amigo de aquel verdugo: era un bello anciano con la perilla blanca y muy amable. Me dijo que aquel suplicio estaba casi pasado de moda y que se podía emplear, con la tolerancia de las autoridades locales, solamente en pequeñas comarcas de provincias. Me confesó que también en China el arte del verdugo era ya poco apreciado y buscado y las sutilezas del oficio estaban a punto de perderse. Sus lamentos me vienen a la memoria hoy en que la decadencia es ya universal y manifiesta. Únicamente en ciertas regiones de América y del Asia Central se encuentran artistas de la muerte que realizan con amor su trabajo y que no han perdido del todo las buenas tradiciones. Y yo que estoy hablando y que puedo alabarme de tener en mi carrera casi dos mil ejecuciones realizadas con perfección y con todos los sistemas, me veo reducido a vegetar en las cocinas y a contentarme, para pasar el tiempo, con quitar la vida a vulgarísimos animales.

Una vez le pregunté qué sensaciones experimentaba, en sus buenos tiempos, durante una ejecución y si no había sentido nunca repugnancia o remordimientos por el horrible oficio a que se dedicaba. Me miró sonriendo.

-¿Remordimientos? ¿Repugnancia? ¿Por qué? Ante el condenado no sentía la impresión de tener delante a un vivo, sino a un muerto. Desde el momento en que la sentencia había sido pronunciada, aquél se hallaba vivo sólo por tolerancia y por razones burocráticas. Había sido ya borrado legalmente del mundo de los vivientes y yo podía proceder a mi obra con la misma frialdad que tienen los médicos cuando descuartizan y despellejan un cadáver. El verdadero autor de la muerte, para mí, es el juez; yo no era más que un instrumento, como el cuchillo o la cuerda. ¿Por qué tenía que tener remordimientos? Si hubiese dependido únicamente de mí, no hubiera matado ni siquiera a una araña. Era el Estado quien me entregaba un cadáver viviente y me ordenaba que desembarazase a la Tierra de su presencia. Y luego la mayor parte de los ajusticiados eran asesinos y yo no les hacía nada más que lo que habían hecho a otros, que eran inocentes.

-Confiese, sin embargo, que el oficio le gustaba y que satisfacía su afición natural a la sangre.

-¿No es esto un mérito? -replicó Tiapa-. Nadie puede ejercer honrada y valientemente un arte si no lo ama. Y en lo que se refiere al amor a la sangre, ¿qué mal hay en ello? Si nació conmigo, yo no soy responsable. Todos siguen sus propias inclinaciones. Los pintores pintan porque les gustan los colores y las formas, el astrónomo estudia porque prefiere los números y las estrellas. ¿Por qué ha de parecer extraño que un verdugo mate porque le gusta la sangre? No comprendo el prejuicio de los hombres contra el verdugo. Si no queréis verdugos suprimid la pena capital; los jueces no la aplican seguramente para dar gusto a los ejecutores. Y si no queréis suprimirla, dad gracias a Dios de que nazcan hombres dispuestos a dedicarse a esta profesión y honradlos como conviene.

-Pero esta nostalgia que usted sufre ahora, ¿no le parece algo sucio, feo?

-Pruebe -contestó triunfalmente Tiapa- de hacer cuarenta años de verdugo y luego hablaremos. Las cabezas me faltan como al escultor paralítico el barro y los palillos; sufro como sufriría un violinista al que hubiesen cortado las manos. Mi malestar es una prueba del amor inextinguible que he sentido siempre hacia el arte. Pero los puros artistas fueron siempre mal comprendidos y calumniados.

Y una lágrima, una verdadera lágrima, descendió del ojo derecho del viejo Tiapa.

Tomado de Gog

Filosofía de lo cotidiano

 Podemos resumir la  filosofía de lo cotidiano en estos cinco puntos:

- Los marrones, decepciones y pequeñas catástrofes estarán siempre presentes en nuestro día a día. Forman parte de la existencia. Acéptelo.

- La felicidad reside en que no te importen demasiado. Es decir, cuanto menos te afecten mentalmente los conflictos cotidianos, más libre y satisfecho estarás.

- Ponerse siempre a prueba e intentar demostrar a los demás lo fuerte que somos nos conduce a la infelicidad.

- Dado que vivir consiste en resolver problemas, seleccione al menos los que merezcan la pena.

- El enfrentamiento es necesario. Hay cosas en nuestra vida que necesitan romperse para luego recomponerse y ser mejore

De justicia



Giovanni Papini - Proceso a los inocentes


Hace tres semanas destrocé, con mi «Packard», a una vieja, y como sus parientes pretendían una indemnización impúdicamente desproporcionada a la pérdida -sabemos perfectamente cuál es el precio medio de las mujeres-, he tenido que llamar a un buen abogado para que me defendiese contra aquellos explotadores de cadáveres.

El abogado Francisco Malgaz parece, a primera vista, un patán montañés vestido de señor. Cúbico, mal garbado, basto, huesudo y adusto. Cabeza enorme, manos grandes, pies gigantescos, ojos de buey y dientes de caballo. Pero luego, al cabo de un rato de estar con él, se descubre que es un hombre de ingenio y de talento, culto y de amena conversación. He pasado con él más de una hora agradable. Ayer por la noche, por ejemplo, me confió sus ideas sobre la justicia.



-Nuestro sistema -decía- es absurdo y complicado. La herencia del Derecho romano nos oprime. El Derecho romano, con todas sus precauciones , casuismos, fue la obra de unos labriegos avaros y desconfiados que veían el castigo de los delitos bajo el aspecto de una represión. No se puede castigar el delito que ya ha sido cometido y es irremediable, sino tan sólo secuestrar al delincuente para que no cometa otros. Cuando leo en las sentencias que un individuo es condenado a tres años, ocho meses y veintisiete días, huelo a especulación. Parece que los jueces quieren hacer «pagar» al culpable el acto cometido con arreglo a una tarifa de precios que llega hasta el céntimo. Cuando haya pagado aquellos años, aquellos meses y aquellos días, el deudor estará en paz, lo mismo que antes. Es un error. Un delito es irreparable y por esta razón no se paga nunca y de ningún modo puede ser cancelado, puesto que no puede devolverse a la víctima la paz o la vida perdidas.

»Por otra parte, si un juez penetra en el fondo de las cosas, y en los procesos modernos larguísimos no puede pasar de otro modo, termina por darse cuenta de que el acusado no podía menos de realizar lo que ha realizado, dado el temperamento, las ideas, las necesidades, las pasiones y todo lo demás. Si nos fundamos en la psicología, todo culpable debería ser absuelto; si nos preocupamos de la defensa de la sociedad, todo culpable debería ser eliminado para siempre. Esas gradaciones minuciosas de penas son ilógicas y arcaicas y los procesos, para mí, pérdidas de tiempo inútiles.

»Lo importante es eliminar de la circulación a los delincuentes, sin sutilezas superfluas ni gastos gravosos. Yo dividiría los delitos en tres categorías: mayores, medios y menores. Y a cada categoría asignaría una pena única. Los mayores, como, por ejemplo, el parricidio, la traición a la patria, etcétera, deberían ser castigados con la muerte inmediata. Los medios -heridas, hurtos, estafas y análogos- con la deportación perpetua. Los menores -rapiñas, difamaciones- con la confiscación de la propiedad o una gran multa. De esta manera quedarían abolidos los tribunales y los jueces, las cancillerías y los jurados, los procedimientos, las prisiones con todos sus directores y carceleros, y la sociedad estaría protegida lo mismo, con inmensa economía de tiempo y de dinero. Los procesos son escuelas de delincuencia y las prisiones sementeras de criminalidad. Una buena Policía proveería a todo. Acosando al delincuente es fácil a un comisario el establecer la calidad de su delito y es fácil librarse de él. O se le mata, o se le expulsa del país, o se le hace pagar. Seguridad, rapidez y ahorro. En pocos años disminuirían el gasto de la justicia y el núnero de delitos.

»Los procesos, sin embargo, no serían suprimidos del todo. ¿Sabe contra quiénes deberían ser incoados? Contra los llamados inocentes. Procesar a los delincuentes es una extravagancia costosa, pero procesar a los inocentes es el deber supremo de un Estado consciente de sus deberes. Cuando se ha cometido un delito, toda la ciencia de los jueces, la elocuencia de los abogados y la severidad de los esbirros no pueden conseguir que el daño y la ofensa dejen de existir y sean incancelables. Pero se podría, en cambio, impedir al menos la mitad de los delitos que «serán cometidos» si los pretendidos «incensurables», los llamados «honrados», fuesen vigilados y sometidos a juicio.

»Cada municipio debería tener una junta de vigilancia y denuncia, compuesta de psicólogos y moralistas, a los que se podría añadir, si se creyese oportuno, un médico y un cura. Esta junta debería vigilar y, en ciertos casos, acusar a todos aquellos, y son innumerables, que viven de tal modo que se hallan expuestos, pronto o tarde, a la tentación y al contagio del delito. Hay en todas partes vagabundos notorios, desocupados desprovistos de rentas, seres coléricos, sanguinarios, recelosos, pródigos, fanáticos, pasionales. Todos los conocen y todos prevén que un día u otro acabarán mal, al menos en la proporción de un treinta por ciento. Si un hombre tiene una idea fija, si aquel otro cambia de oficio a cada estación, si éste es inclinado a la melancolía, la suspicacia o al lujo exagerado, se puede estar seguro de que no tardarán mucho en cometer alguna vergonzosa o criminosa acción. Son, en apariencia, personas de bien, pero en realidad delicuentes in fieri. Y entonces los procesos pueden ser necesarios, más que útiles. Si para los delincuentes naturales son intempestivos, para aquellos que lo son en potencia, son oportunos y utilísimos.

»Llame a juicio a los iracundos, a los libertinos, a los haraganes, a los avaros; amonésteles y, si es preciso, castíguelos. A los tiranos de la familia, quíteles la patria potestad; a los suspicaces demasiado susceptibles, extírpeles los cálculos biliares; a los derrochadores y dilapidadores, príveles del patrimonio; a los apasionados, sáqueles un poco de sangre. y mil y mil delitos serán evitados. Estos procesos preventivos serán la gloria del legislador y el triunfo del juez. La salvación de la moral y de la sociedad no se obtienen con vanos y costosos procesos contra los culpables, sino con interminables procesos contra los inocentes. La mayor parte de los crímenes los realizan hombres que parecían, una hora antes, inocentes y que así eran considerados por la ley. Los pretendidos inocentes son el semillero del cual salen los malhechores más repugnantes. Debemos dejar de mirar los actos externos -simples consecuencias materiales de un estado de ánimo- y atender, en cambio, a la conducta, a las opiniones, al género de existencia, a los sentimientos y las costumbres de todos los ciudadanos. Nadie. en la tierra, examinado de dentro a fuera, puede llamarse inocente. Procesar a un supuesto inocente significa, precisamente, salvarle a él y a nosotros del delito que podría cometer mañana.

Aunque el sistema del abogado Malgaz me parece demasiado simplista y propicio a los abusos, hay que reconocer, sin embargo, que no está falto de cierto barniz de lógica y de buen sentido.

Pero, para evitar cien procesos, ¿no tendrían al menos que incoarse veinte mil?

La republica



La compra de la República

(Capítulo de la novela Gog)

Giovanni Papini

En este mes he comprado una República. Capricho costoso que no tendrá continuaciones. Era un deseo que tenía desde hace mucho tiempo y del que he querido librarme. Me imaginaba que eso de ser el amo de un país daba más gusto.

La ocasión era buena y el negocio quedó concluido en pocos días. Al presidente le llegaba el agua hasta el cuello: su ministerio, compuesto por paniaguados1 suyos, estaba en peligro. Las arcas de la República estaban vacías; imponer nuevos impuestos hubiera sido la señal para el derrocamiento de todo el clan que asumía el poder, tal vez de una revolución. Ya había un general que armaba bandas de rebeldes y prometía cargos y empleos al primero que llegaba.

Un agente norteamericano que estaba allí me advirtió. El ministro de Hacienda corrió a Nueva York: en cuatro días nos pusimos de acuerdo. Anticipé algunos millones de dólares a la República y además asigné al presidente, a todos los ministros y a sus secretarios unos estipendios dobles que los que recibían del Estado. Me han dado en prenda -sin que lo sepa el pueblo- las aduanas y los monopolios. Además, el presidente y los ministros han firmado un convenio secreto que, prácticamente, me da el control sobre toda la vida de la República. Aunque yo parezca, cuando voy allí, un simple huésped de paso, soy, en realidad, el amo casi absoluto del país. En estos días he tenido que dar una nueva subvención, bastante fuerte, para la renovación del material del ejército y me he asegurado, a cambio de ello, nuevos privilegios.

El espectáculo, para mí, es bastante divertido. Las cámaras continúan legislando, en apariencia libremente; los ciudadanos siguen imaginándose que la República es autónoma e independiente y que de su voluntad depende el curso de los acontecimientos. No saben que todo lo que ellos creen poseer -vida, bienes, derechos civiles- penden, en última instancia, de un extranjero desconocido para ellos, es decir, de mí.

Mañana puedo ordenar la clausura del Parlamento, una reforma de la Constitución, el aumento de las tarifas de aduanas, la expulsión de los inmigrantes. Podría, si quisiese, revelar los acuerdos secretos de la camarilla ahora dominante y derribar con ello al Gobierno, desde el presidente hasta el último secretario. No me sería imposible empujar al país que tengo en mis manos a declarar la guerra a una de las repúblicas limítrofes.

Este poder oculto, pero ilimitado, me ha hecho pasar algunas horas agradables. Sufrir todas las molestias y servidumbre de la comedia política es una fatiga tremenda; pero ser el titiritero que, tras el telón, puede solazarse tirando de los hilos de los fantoches obedientes a sus movimientos es un oficio voluptuoso. Mi desprecio por los hombres encuentra aquí un sabroso alimento y miles de confirmaciones.

Yo no soy más que el rey de incógnito de una pequeña República en desorden, pero la facilidad con que he conseguido adueñármela y el evidente interés de todos los enterados en conservar el secreto, me hace pensar que otras naciones, y bastante más grandes e importantes que mi República, viven, sin darse cuenta, bajo una análoga dependencia de misteriosos soberanos extranjeros. Siendo necesario mucho más dinero para su adquisición, se tratará, en vez de un solo dueño, como en mi caso, de un trust, de un sindicato de negocios, de un grupo restringido de capitalistas o de banqueros.

Pero tengo fundadas sospechas de que otros países son efectivamente gobernados por pequeños comités de reyes invisibles, conocidos solamente por sus hombres de confianza, que continúan representando con naturalidad el papel de jefes legítimos.

FIN


* El cuento “La compra de la República” es un capítulo de la novela Gog, de Giovanni Papini.

viernes, 29 de junio de 2018

¿ERROR ECONÓMICO?




     La política que nos aplican está más que pensada y organizada desde hace décadas, en escuelas de pensamiento, en universidades, y sólo busca una cosa: acabar por completo con el estado de bienestar, privatizarlo todo, acabar con cualquier atisbo de lucha sindical. En definitiva, lo de siempre, que los poderosos sigan mangando cuanto más mejor, mientras los demás nos conformamos con las migajas que quieran darnos. Si quieres algo te lo pagas, y si no te lo puedes pagar púdrete. Es la esencia del capitalismo, siempre lo ha sido, aunque durante algunas décadas en Europa se consiguiera domesticarlo. Pero como ya sabemos, todo esto empezó a cambiar a mediados de los 70 del siglo pasado en un proceso que, sin prisa pero sin pausa, nos ha traído adonde estamos. Y esta crisis, preparada o no, les ha venido como anillo al dedo para dar la puntilla. Sólo así se entiende ese "empecinamiento en el error". No hay tal error. Ni siquiera hay odio ni deseo de venganza. Como dirían los mafiosos, son sólo negocios. Lo que nos ocurre es que llevábamos tantos años de relativa tranquilidad con un estado de bienestar que nos amparaba, que hemos olvidado que la lucha de clases ha existido siempre, por más que ahora quieran hacernos creer que ya ni hay clases sociales. Nos habíamos dormido y ahora nos cuesta creer que todo esto es real y no una pesadilla. Pues bienvenidos todos al mundo real. Ya estamos despertando, pero la pregunta ahora es ¿cuando empezaremos a pelear?
Y quien dice que quieran arreglar nada? Esto es realmente lo que quieren, mantener pueblos en la inseguridad es el mejor método para tenerlos dominados.
A mediados de los setenta del pasado siglo EEUU (Gobierno Nixon y necesidad de financiar la guerra de Vietnam) rompió los acuerdos de Bretton Woods que desde el final de la guerra mundial, regían la economía del mundo, desvinculando el valor del dólar del valor del oro.
Francia y Alemania, que habían precipitado la crisis del momento, exigiendo transformar sus reservas de dólares en reservas de oro al precio, entonces fijo, de 35 dólares la onza, aceptaron inexplicablemente (inexplicablemente, si olvidamos el hecho de que estaban en la “guerra fría”) que el dólar siguiera siendo la moneda de reserva mundial, sin más control que el de la Reserva Federal (Banco Central) de Estados Unidos.
A partir de ahí la emisión sobre todo de dólares (bancarios y físicos) pero también de otras monedas, se disparó, las cantidades de emisión y las decisiones de cómo utilizarlas quedaron en manos del poder financiero (bancos privados y Bancos Centrales -altos directivos intercambiables-, clubs de ricos -G-8, G-20-…). Poder que, con Reagan-Thatcher (1980-1990) y hasta el estallido de la crisis o mejor, hasta ahora mismo, consiguió la des regulación de todo el sistema que, más o menos, había funcionado desde 1945-1950.
Ese descontrol monetario y esa falta de regulación del sistema financiero, junto con la entrada en juego de nuevas monedas competitivas con el dólar y nuevos países con poder económico China, han conducido a la economía de casino actual y al gran fraude que es la Gran Recesión.
La Gran Recesión -el gran fraude- es, como bien escribe Ferd, una nueva faceta de la lucha de clases, que en su forma actualizada de explotación, hay que explicar mucho mejor a la inmensa cantidad de desfavorecidos que la sufren.
Como hacerlo de forma inteligible es parte del problema que tenemos para conseguir que la gente se movilice y que algo cambie realmente.

LOBO ESTEPARIO


                          Steppenwolf

Hermoso esto de la auto satisfacción, la falta de preocupaciones, estos días
llevaderos, a ras de tierra, en los que no se atreven a gritar ni el dolor ni el placer,
donde todo no hace sino susurrar y andar de puntillas
Cómo no había yo
de ser un lobo estepario y un pobre anacoreta en medio de un mundo, ninguno de cuyos
fines comparto, ninguno de cuyos placeres me llama la atención.No puedo aguantar
mucho tiempo ni en un teatro ni en un cine, apenas puedo leer un periódico, rara vez un
libro moderno; no puedo comprender qué clase de placer y de alegría buscan los
hombres en los hoteles y en los ferrocarriles totalmente llenos, en los cafés repletos de
gente oyendo una música fastidiosa y pesada; en los bares y varietés de las elegantes
ciudades lujosas, en las exposiciones universales, en las carreras, en las conferencias
para los necesitados de ilustración, en los grandes lugares de deportes; no puedo
entender ni compartir todos estos placeres, que a mí me serían desde luego asequibles y
por los que tantos millares de personas se afanan y se agitan. Y lo que, por el contrario
si el mundo tiene razón, si esta
música de los cafés, estas diversiones en masa, estos hombres americanos contentos
con tan poco tienen razón, entonces soy yo el que no la tiene, entonces es verdad que
estoy loco, entonces soy efectivamente el lobo estepario que tantas veces me he
llamado, la bestia descarriada en un mundo que le es extraño e incomprensible, que ya
no encuentra ni su hogar, ni su ambiente, ni su alimento.

Eutanasia

Eutanasia

Tim O’Brien escribió en 1990 “Las cosas que llevaban los hombres que lucharon”, una gran novela sobre la supervivencia de un soldado (depende de lo que lleva). En la guerra, la línea que separa la vida de la muerte es más tenue que nunca. Aparte de lo que lleva en la mochila, carga con su memoria, recuerdos, amuletos, fantasmas del pasado, objetos triviales que no le dejan olvidar que hay otra vida más allá de la guerra. En el capítulo “Amigos” habla de cómo Dave Jensen y Lee Strunk se hicieron amigos en el campo de batalla y se confiaron sus vidas, “hicieron el pacto de que si uno de los dos resultaba gravemente herido –como para tener que ir en silla de ruedas-, el otro, automáticamente, se encargaría de liquidarlo. Hablaban en serio. Lo dejaron escrito en un papel, que firmaron junto con un par de compañeros a los que pidieron que hicieran de testigos. Y entonces, en octubre, Lee Strunk pisó una granada de mortero enterrada como si fuera una mina. Le arrancó la pierna derecha hasta la rodilla... Dave Jensen se acercó y se arrodilló junto a Strunk… hubo dudas acerca de si Strunk seguía vivo, pero al fin abrió los ojos y los alzó hacia Dave Jensen. ‘-¡Dios mío!’ –gimió, y trató de alejarse deslizándose y dijo-: ‘¡Por Dios, chico, no me mates!’ –‘Tranquilo’ –dijo Jensen. Lee Strunk parecía mareado y confundido. Se quedó quieto un instante y después hizo un gesto hacia la pierna: -‘En realidad, no es muy grave. No es el fin. ¡Eh, en serio… pueden volver a cosérmela… en serio!’ –‘Es cierto. Me juego algo a que pueden’. –‘¿Lo crees?’ -¿Por supuesto que sí’. Strunk frunció el entrecejo hacia el cielo. Volvió a desmayarse, después despertó y dijo: -‘¡No me mates!’ –‘No lo haré –dijo Jensen. –‘Hablo en serio.’ –‘Por supuesto’. –‘Pero tienes que prometerlo. Júramelo: jura que no me matarás’. Jensen asintió y dijo: ‘-Lo juro’. –Y un momento después llevamos a Strunk al helicóptero. Jensen tendió la mano y le tocó la pierna buena-: ‘Vete tranquilo’ –dijo. Más tarde nos enteramos de que Strunk murió en algún sitio sobre Chu Lai, lo que pareció aliviar a Dave Jensen de un peso enorme”.

miércoles, 13 de junio de 2018

TECNOLOGÍA y desempleo

TECNOLOGÍA Y DESEMPLEO


Una reciente investigación de la Organización Mundial del Trabajo (OIT) concluye que, después de la crisis económica mundial,  la tecnología es la primera causa del aumento del desempleo en el mundo. El director de esta Organización, José Manuel Salazar-Xirinachs sostiene que “Los robots, los ordenadores y la automatización incrementan la productividad, pero reducen el potencial de crear empleos del sector manufacturero”.  Esto, según el experto, ha llevado a que incluso naciones como Japón hayan registrado un descenso en el número de empleos en este sector a causa de las innovaciones tecnológicas.

Noticias como esta sin duda generan preocupación y nos llevan a preguntarnos una vez más hasta qué punto la tecnología contribuye con el crecimiento y la evolución del ser humano, o representa a largo plazo una amenaza para nuestro bienestar. Y es que si se mira la situación con detenimiento, es posible ver que esta preocupación ha estado presente en todas las épocas y ha sido una constante en la historia de la humanidad.

Aunque nuestro proceso histórico ha estado marcado por un miedo a lo desconocido y los grandes avances siempre han generado zozobra y ansiedad en las épocas en que se producen, también es cierto que la tecnología sí ha tenido la capacidad de suplir y desplazar el trabajo humano. Desde la invención de la rueda, hasta los más sofisticados robots, pasando por la invención de la imprenta y la máquina de vapor, las novedades en materia tecnológica han transformado la economía y el mundo laboral eliminando trabajos tradicionales y creando nuevos roles.

Especialmente en las empresas relacionadas con manufactura y en otros sectores donde el trabajo manual y poco tecnificado han sido la base de la producción, la influencia de la tecnología como factor de mayor productividad y de consecuente desempleo se ha visto de manera creciente, y con mucha más fuerza en las últimas décadas. Y aunque cada nuevo avance tecnológico ha tenido la capacidad de generar nuevos empleos, las tendencias revelan que son muchos más los que se eliminan como causa de estos.

Con el fin de suplir un poco este vacío y de evitar que muchas personas se vean en situación de desempleo, muchos gobiernos y compañías alrededor del mundo han buscado, en tiempo recientes,  capacitar a los trabajadores en tecnología, con el fin de que ellos puedan ocupar otros puestos en los que se requiera menos mano de obra y más trabajo intelectual.

Este tipo de medidas ayudan a reducir en parte el esfuerzo físico y abren espacios para actividades en las que sea necesario usar más las funciones cerebrales, pero ciertamente no representan una solución de fondo ante el gran número de personas que cada día pierden sus empleos y que por edad, desgaste físico o por otros factores no pueden acceder tan fácilmente a la formación en materia de tecnología y se quedan irremediablemente excluidos del mercado laboral.

Si bien no tiene sentido entrar en pánico frente a esta problemática, si es claro que es un asunto que genera preocupación y por eso debe tenerse en cuenta como unos de los grandes retos que enfrenta la humanidad en la actualidad y de cara a un futuro cercano. Es vital que seamos capaces de reflexionar detenidamente al respecto, pero ante todo que tengamos la capacidad de adaptarnos a los cambios sin deshumanizarnos y que hagamos uso de nuestra inagotable inteligencia para dar con soluciones que nos permitan mantener el equilibrio entre los avances tecnológicos y nuestro bienestar.

Si gracias a nuestra genialidad hemos dado con creaciones tan asombrosas, útiles y beneficiosas, sin duda tendremos también el poder de valernos de ellas y de nuestra infinita capacidad de adaptación y cambio para dignificar nuestra condición y lograr siempre que sea la tecnología la que esté a nuestro servicio y no lo contrario.

sábado, 26 de mayo de 2018




LOS HUMANOS Y EL EQUILIBRIO EXISTENCIAL DE LAS ESPECIES

La superpoblación humana afecta, a todos los otros factores con que conviven las diversas poblaciones animales y vegetales del planeta. Sobre todo a medida que avanza el tiempo y se contempla su aumento es progresivo e imparable. Es necesario atender los esquemas a nivel psicológico y en el terreno de la economía para limitar el aumento de los seres humanos en conjunto. Es el problema global por antonomasia desde el punto de vista económico y ecológico.

Los chinos han impuesto medidas autoritarias pero estrictamente necesarias de evitar que las parejas tengan más de un hijo. Es un país superpoblado a escala máxima. En los países capitalistas del mundo desarrollado el nivel de vida ajusta la baja procreación, lo que, veremos, conforma una determinada mentalidad dominante de tener uno a dos descendientes. Esto, evidentemente, va a tener mucho que ver en la manera de ser de las personas. Pero lo mismo es así cuando pasa lo contrario. Por lo que limitar la descendencia debe ser una elección racional y sobre todo con conciencia local y global del problema al mismo tiempo. En los países menos desarrollados, con influencia en los gobiernos y en la sociedad de creencias religiosas se considera la maternidad un bien divino que las mujeres han de potenciar, y sirve de cantera para el desarrollo social. Se está creando una descompensación peligrosísima entre el mundo rico y el pobre dentro de cada sociedad y fuera de cada una ellas que ha de ser advertido para poner medios que impidan estalle semejante dilema, sobre todo en forma de violencia, lo que se detecta en la actualidad de manera incipiente.

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La primera persona que ordenó los pensamientos sobre el tema de la superpoblación, a la vez que lo relacionó con el desarrollo económico, fue el clérigo inglés Thomas Robert Malthus. La primera obra que editó en 1798 lo hizo de manera anónima, “Ensayo sobre el principio de la población”. La tesis fundamental fue que el número de habitantes crece en progresión geométrica, mientras que el de la producción de alimentos lo hace aritméticamente. Apunta como formas espontáneas y fuera de una voluntad humana sobre el control de la natalidad, las guerras, el hambre, las epidemias. Todo lo cual cumple tal función sin proponérselo. Cinco años después publicó otra obra, firmada por él, en la que insta a la sociedad a que ponga de manera urgente freno al crecimiento demográfico mediante la abstención sexual. : “Ensayo sobre el principio de la población o una visión acerca de sus efectos pasados y presentes sobre la felicidad humana”. Desde entonces surgió todo un movimiento sobre el control de natalidad, estableciendo un modelo demográfico, el malthusiano, que estuvo presente en las teorías de la economía clásica. Al cabo del tiempo se ha convertido la demografía en una ciencia que pretende orientar el crecimiento de la población en los límites posibles para la supervivencia humana y analizar cómo afecta sobre la economía y sobre los movimientos migratorios en la propagación de ciertas enfermedades y sobre la conducta social.

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Para Malthus el obstáculo primordial para el progreso humano es la relación entre las pasiones entre los sexos y a la vez los recursos limitados. El problema sigue vigente, pero con otras variables que aparecen en el mundo moderno y que afectan gravemente al progreso global. La teoría malthusiana se interpretó de manera que al ser limitados los recursos es mejor no repartirlo, pues daría lugar al incremento de la población entre los pobres. Lo que se extendió como principio básico durante el s. XIX. Muchas injusticias y desigualdades tuvieron su foco impulsor en esta teoría. No deberíamos juzgarlo con nuestra mentalidad actual, porque fue lógico tal pensamiento dentro de la mentalidad de la época y de las posibilidades nulas de evitar la natalidad, al ir asociada la práctica sexual con el embarazo.

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David Ricardo se preocupó mucho por este asunto al comprobar cómo el crecimiento de la población no sólo aumenta en relación a los recursos, sino que puede afectar a éstos, al ocupar un espacio que se vería reducido de tierras productivas. Es lo que le llevó a establecer su teoría central, que ya hemos atendido, en cuanto que entiende que los salarios dependen en última instancia de los precios de los alimentos, los cuales dependen de los costes de producción y a su vez de la cantidad de trabajo para producir alimentos. Por ende el trabajo, entiende, es lo que determina el valor de las cosas.

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Stuart Mill incide mucho en el tema de la población, como determinante de la política distributiva. Estudia la manera en que suceden muchas costumbres, que tienen que ver con el mantenimiento de una determinada tasa de población en las localidades concretas, de cara a organizar la economía. En Suiza comprobó que los patrimonios no se dividen, pasa todo al primogénito, lo que también sucedía en numerosos territorios de España y otros lugares. El resto de la familia emigraba o se dedicaba al estudio, o a trabajar para el cabeza de familia. Los matrimonios se hacían cerca de los treinta años, de manera que el deseo de poseer tierra, para formar un hogar impedía el crecimiento de la población. Sin embargo lo que sucedió es que en las ciudades aumentaba el número de habitantes, con factores añadidos que conformarán la esencia de una nueva sociedad, al cabo del tiempo. Paradójicamente las mejoras de los trabajadores se hace patente, gracias a las luchas sociales y a la aplicación de derechos que esa masa de gente va a acabar exigiendo. Mill arremete contra “los sacerdotes católicos que se oponen con vigor a la restricción de natalidad”, dejando el destino de los seres humanos en manos de Dios, “que sea lo que Dios quiera”.

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Otras maneras de control de la natalidad, mediante las costumbres sociales, que cuenta Mill son , por ejemplo, la ley de Munich, Alemania, que prohíbe casarse sin medios económicos, lo mismo que en Frankfurt. De manera que se retrasa así el emparejamiento, lo que se ayuda con una formación de valores mediatizados por la religión y la moral de no mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio. En Noruego, a mediados del s. XIX, no se podía casar la juventud sin probar ante las autoridades eclesiásticas que se tenían medios y posibilidades para cuidar a una familia. En Prusia los varones hacían la mili varios años, sin poder contraer matrimonio mientras tanto, lo que lograba retrasar el emparejamiento. En Sajonia no se podía casar un varón sin haber hecho el servicio militar. Y en Dresden hasta lograr ser maestro de un oficio. Por lo tanto no cuando se fuera aprendiz.

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La conclusión de Stuart Mill fue: “la civilización es una lucha contra los instintos animales”, lo que consideró la única forma de restringir la multiplicación. Lo cual chocaba con el fomento de los matrimonios por parte del clero católico, cuya idea fundamental fue el mensaje bíblico: “creced y multiplicaos”. Lo cual se quejan los liberales de aquella época influía mucho en la mentalidad de los pobres y en practicar políticas caritativas, sin una estrategia económica ni un orden social basado en la razón. Para los católicos Dios ha dispuesto que haya pobres. Ya entonces los utilitaristas y radicales, seguidores de Beltham, apoyaban sus ideas en la defensa de los derechos de la mujer, de manera que “menos hijos sería un alivio para las mujeres en las tareas domésticas”. En una época en que las mujeres tenían como media una prole de ocho hijos e hijas, y porque no pocos morían durante el parto. Por cuestiones higiénicas y de alimentación y de conocimiento sobre las enfermedades el índice de vida fue muy bajo durante el s. XIX. A pesar de lo cual los nacimientos superaron con creces los fallecimientos, desequilibrando la tasa de natalidad.

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Con el desarrollo paulatino y progresivo de la Revolución Industrial el problema teórico de la población ha dejado de ser la subsistencia. Hay suficientes recursos, si bien tales tienen un límite, tanto en cantidad como en calidad, pero en definitiva no es un problema ya de producción sino de distribución. Aquí nos encontramos con lo planteado en el capítulo anterior: que esta función depende de la voluntad humana, no es un criterio del mercado, sino institucional.

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Aparecen problemas cualitativos. La producción industrial de alimentos hace que haya gran cantidad, pero la sobreexplotación del terreno conlleva que desde la selección de la semilla, hasta su cultivo y riego se altere con determinadas substancias. Lo mismo la cría de animales. Lo que ha desencadenado en diversas ocasiones enfermedades que exigen atender concepciones de acuerdo a la salud y no fijarse exclusivamente en la rentabilidad a corto plazo. Desde envenenamientos con el aceite de colza, al uso del DDT, de las vacas locas a las dioxinas encontradas en refrescos de Coca Cola, se suceden los casos de pérdida de calidad de los productos alimenticios cuando no su peligrosidad. Se abren nuevas puertas con los cultivos transgénicos, y si cierto es que hay una base científica, la gravedad del asunto consiste en que se orienta como un negocio, cuyo objetivo centrado en la ganancia de dinero puede provocar alguna catástrofe.

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Dentro de la ingeniería de sistemas, una de sus aplicaciones ha sido estudiar modelos del mundo, realizado por el grupo J51 en mayo de 1996. Observa este colectivo que el problema de la población es primordial y que sin embargo no se atiende debidamente. Analiza como un factor que limita el crecimiento son los insuficientes recursos naturales. Si esto se transgrede, como puede ser mediante cultivos transgénicos y otras operaciones tecnológicas se disminuye el coste de los alimentos y aumentan los beneficios en la medida que se aumenta el reparto de los productos. Pero se verá incrementado por un aumento de habitantes. Si no hay un cambio cualitativo en este sentido, sobre todo en el pensamiento global de la Humanidad, no hay manera de atajar el problema. El estudio describe los hechos sin aportar ninguna solución.

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Veamos aspectos de la evolución de la población a lo largo de la Historia, para analizar cuál es la situación actual, sobre la que hay que actuar. A nivel mundial el número de habitantes creció muy lentamente hasta el s. XVIII. Durante el s. XIX se duplicó, por dos condiciones que se solaparon en un efecto de resonancia: se incrementa la natalidad y disminuye notablemente la mortalidad, por efecto de los avances científicos e higiénicas. Sucede fundamentalmente en las ciudades, sin orden ni concierto, lo que ocasionará una estructura social de hacinamiento y concentración de individuos. Sin embargo en esta primera fase de aumento poblacional sucede que 50 millones de seres europeos emigran a otros países menos desarrollados y despoblados, en comparación con la sociedad occidental. El efecto de la población en las ciudades va a tener una repercusión directa en la economía. Al aumentar la mano de obra los salarios bajan. Debido a la necesidad de trabajo a bajo precio se incluye en el mundo laboral a mujeres y niños en condiciones penosas y de máxima explotación, para que la suma de todos los sueldos pueda mantener a una familia completa. la competencia para entrar en el mercado laboral hace que disminuyan todavía más los salarios. Lo que dio lugar a una situación estructural de máxima explotación. Se interpreta ésta como una característica “natural” que justifica tal estado de cosas, o bien se combate desde un planteamiento ideológico, sin ver en ningún caso el factor numérico del mercado laboral.

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Durante los años cincuenta y sesenta del s XX la comunidad científica toma conciencia de la catástrofe que supone vivir en un mundo superpoblado que sigue en aumento. Se propone la maternidad como un acto de conciencia y no supeditado a vivir la sexualidad. Se extienden las medidas anticonceptivas y se comercializan métodos como el ideado por el doctor Condón a comienzos del s. XX. Lo que a España llegaría con una década de retraso. La vivencia de la sexualidad como un fin y no como un medio supuso una gran revolución, mucho más importante que los cambios de gobierno, pues afectó a la vida íntima, a las relaciones cotidianas y a una manera diferente de entender la vida. Se desarrolla el principio del placer. Los años sesenta suponen un punto de inflexión. Una serie de actos de rebeldía estudiantil provocarán una revolución extendida al modelo de pensamiento. Da la sensación de haber sido un fracaso, porque muchas metas no se lograron inmediatamente, pero sus metas se convirtieron en una forma de vida al cabo de las posteriores generaciones. Baste ver cómo viven los jóvenes actuales, los de los años sesenta y los de los años cuarenta. Son mundos completamente diferentes. Lo que ha dado lugar a un enfrentamiento generacional, más que a una sucesión de relevo en el tiempo. El factor generacional es cada vez más determinante en el consumo, la política y la cultura. El biólogo Julian Sorell Huxley, calculó que el gran alto de la población mundial sucedió cuando se pasó de la cultura neolítica a la agricultura. La población se duplicaría, desde entonces, cada mil setecientos años, lo que significa un ritmo lento, pero constante. Sucedería como el juramento de don Juan “cuán largo me lo fiáis”. Según tales cálculos la población de 1.600 en total fue sobre ciento cincuenta millones. Muy inferior a la que solamente China posee en la actualidad. La revolución industrial aumentó la producción de alimentos y creció espectacularmente el número de personas. En dos siglos se duplicó la población mundial, rompiendo los esquemas de cualquier cálculo previsto. En 1800 la población fue novecientos millones de habitantes. Pasó a los 1.600 millones en el año 1900. A pesar de dos guerras mundiales hasta 1979 creció la población a los 3.600 millones y en el año 2.000 se llegó al habitante 6.000 millones. El medida de crecimiento se incrementa en la actualidad a un 2%, cuando cuatro siglos antes fue de un 0´3%. Tal ritmo de crecimiento es insostenible. Aunque hubiera una escapatoria con medidas tecnológicas de diversa índole, llegará un momento en que la presión demográfica no será asumible por la condición humana. Tanto por su alejamiento de su naturaleza, como por afectar, como ya sucede, a su esencia humana. Duplicar nuevamente el número de habitantes del planeta, pongamos en cincuenta años, con mucho optimismo, hace que se llegue al número 12.000 millones, lo que literalmente no cabe en el globo terráqueo. Hacen falta medidas específicas. Discursos morales no sirven. Por otra parte se fragua un desequilibrio entre poblaciones que aumentan sin cesar el número de miembros, mientras que otras no llegan al mínimo del relevo generacional. De todo esto se deberían sacar conclusiones y no tanto mensajes catastrofistas ni falsamente utópicos.

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Se han puesto las esperanzas en el milagro de la tecnología. Conquistar espacio fuera de la atmósfera terrestre. Se diseñan edificios inteligentes, para albergar a 100.000 personas en un rascacielo sin que haga falta salir de él, con todo un espacio virtual que pone en contacto con el exterior. Microsociedades con todo tipo de servicios. Serían países funcionales. Pero ya no es una cuestión de espacio físico, sino de un aumento de requerimientos energéticos, que con las energías naturales se podrá paliar, pero el efecto contaminante y la necesidad de espacio para producción de alimentos tiene un linde. Pongamos que se hacen granjas acuáticas en el mar. Con todo el conjunto de la suma de los factores no puede albergar materialmente a tanta masa humana. Pero antes de que tal situación llegase se habría producido una variación psicológica que produce una destrucción del ser humano, internamente y entre sus miembros. Sobre lo cual ya escribió Konrad Lorenz, premio Nobel de medicina en 1973., quien analiza la superpoblación, sobretodo, como un fenómeno deshumanizante. Para este zoólogo austríaco, fundador de la etología (estudio de la conducta animal), la superpoblación contribuye directamente a todas las manifestaciones de malestar y decadencia. Es el origen de los demás problemas de la humanidad que aborda en su obra “Los ocho pecados capitales”1. No es solamente el número sino su distribución desproporcionada en dimensiones fuera de la capacidad de los individuos. Ciudades mastodónticas, en las que tal como indica Lorenz: “el confinamiento de las masas humanas en los modernos centros urbanos hace que no percibamos el semblante del prójimo, en donde se desdibujan las imágenes humanas”. Como en cualquier especie sucede que el confinamiento de habitantes incrementa la agresividad. Lo cual en nuestra sociedad adquiere la categoría de terror, en parte por los sucesos diarios que atemorizan a la población, en cuanto robos, asesinatos incontrolados y violaciones, lo que muchas veces sucede en la intimidad del hogar. Si además se expande a través de los medios de comunicación, la sospecha, el aislamiento, la desconfianza es cada vez mayor y conforma la manera de ser de los hombres y mujeres contemporáneos. Esta forma de ser se refuerza mediante insistentes programas que azuzan el morbo, que ya es un mercado habitual y abundante, sobre programas de sucesos.

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El miedo por una parte y las prisas por otra arrebatan, explica Konrand, una de las principales cualidades del ser humano, la reflexión. Lo cual embrutece a la sociedad en un grado alarmante, por su incapacidad de reaccionar, ni siquiera para rebelarse a situaciones claramente injustas. Se produce el hartazgo y se resuelve violentamente. El gobierno británico2 pondrá en marcha, por ejemplo, cursos para enseñar lectura, escritura y matemáticas, condicionando a esta tarea los subsidios de desempleo, cuando ha descubierto que cerca de siete millones de adultos tienen graves deficiencias a la hora de escribir y realizar operaciones sencillas. Existe un déficit de conocimiento básico, que podemos extrapolar a todas las sociedades avanzadas en una proporción muy similar. Lo que sucede es que se quieren atajar los síntomas sin buscar la comprensión profunda del problema, que exigiría transformar muchas de las estructuras educativas, económicas y sociales de la actual civilización. Extremo éste al que no se quiere llegar, pero indudablemente las causas de la brutalidad moderna se acabará viendo afectada. Por eso es muy importante tomar conciencia del problema y sentar las bases de una nueva conformación social, a lo que podrá contribuir inevitable y necesariamente la Renta Básica. La experiencia demuestra que la procreación depende de la mentalidad, más que del nivel de vida.

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El Hombre moderno se encuentra atrapado en una red invisible de estímulos psicológicos que le controlan y se apoderan de su vida (le ocupan). Muchas veces cuando quiere pensar y salir de esta situación se encamina por falsos derroteros que hacen patente y visible tal situación de una forma más concentrada y asocial, lo que intensifica el fenómeno de las sectas destructoras de la voluntad personal en la sociedad moderna. El estudio de la conducta humana demuestra la fragilidad afectiva, lo que es aprovechado por los que ejercen el Poder religioso, político y económico. En la actualidad, la sociedad occidental se construye sobre la base de estimular el consumo, de manera que se estimula la necesidad de los productos que salen al mercado. Ya no se ejerce de manera individualizada tal convencimiento, sino masivamente, a costa de hacer que los sujetos estén unidos orgánicamente a tal barahúnda de átomos sociales. Así lo advierte Konrad Lorenz “la gran masa consumidora es tan ingenua que se deja dirigir dócilmente por los métodos elaborados mediante la investigación de opinión y la publicidad”.

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La tasa de natalidad se describe según el número de nacimientos registrados en un periodo de tiempo en relación al total de habitantes de la zona en que se hace la medición, que puede ser un país, un continente, el mundo o una provincia. Se mide en tantos por mil. La denominada “revolución demográfica”, por unos y “bomba demográfica”, por otros, sucede por un cambio en los dos extremos. Influye mucho el descenso de mortalidad, gracias a los progresos de la medicina. Inglaterra pasó de un 26´9%0 en 1.800 a un 18´2%0 en 1.900. A pesar de lo cual la mortalidad infantil sigue siendo grande, las epidemias se cobran aún muchas vidas humanas, pero se comienzan a difundir las vacunas, antibióticos, etc. Durante el s. XIX suceden las grandes migraciones del campo a la ciudad, acompañando a la revolución industrial y a otras tierras para colonizar sus territorios. Con el colonialismo entre 1800 y 1930 cuarenta millones de personas salen del continente europeo. Se pasa de una economía rural a otra industrial, lo que hace que se comience un fenómeno descompensador. Los pueblos se vacían y se llenan y engrandecien las ciudades. Londres alcanzó en 1914 cuatro millones de habitantes, siendo la mayor metrópoli del mundo. Se duplicó la población en 1951, con 8.346.137 de habitantes. En 1991 descendió a 6.679.699, y desde entonces se produce un crecimiento de 20.000 ciudadanos anuales, debido sobre todo a la inmigración.

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El aumento de población de la civilización industrial se detiene a comienzos del s. XX, debido a la crisis económica. Relación ésta que será engañosa, pues el crecimiento económico condicionó el nivel de vida, pero el efecto es más de mentalidad social. En Inglaterra el crecimiento demográfico pasó de 13% en los años 30 a un 4´5% en la década de los 40 como consecuencia de una crisis económica. Disminuye el número de nacimientos, en algunos incluso por debajo de la mortalidad, dando lugar a un déficit de renovación de la población. En los países democráticos se toma conciencia de esta situación y se estudia la manera de facilitar el crecimiento económico, a la par que se estabiliza el crecimiento de la población. En 1930 la iglesia anglicana de Lambeth admiten el control de los nacimientos. En el mismo periodo los países con regímenes totalitarios estimulan los nacimientos como fórmula de expandir su poderío militar. Establecen lo que se denomina en Italia la “batalla de los nacimientos” (1927). Para los nazis restringir la fecundidad supone el suicidio nacional. Vemos que se trata no tanto de una coyuntura económica como también y sobre todo de mentalidad.

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El crecimiento de población se acompaña de una redistribución de las labores y tareas económicas. Debido a la tecnificación del trabajo agrícola los países industrializados redujeron su población activa dedicada al sector primario al 19%. En el año 2.000 ha llegado al 4%. El sector secundario pasó a absorber gran parte de esa mano de obra, que hoy también es excedentaria ante la nueva estructura socioeconómica basada en la cibernética, en la que se establecen trabajos de organización y programación. Más que trabajo, en el sentido de esfuerzo se requiere mucho tiempo y dedicación. Sucede una plusvalía valorada en tiempo, no tanto en una base salarial, especialmente en determinados puestos de trabajo: representación de productos, ventas, gestión empresarial, etc. No sólo tiempo laboral, sino en cursos, jornadas, convivencia, lo que afecta la estabilidad afectiva y social de muchos trabajadores de lujo, en los que a pesar de lo bien que viven en términos monetarios siempre andan a cuestas con la frase “estoy hecho polvo”. En el otro extremo sucede lo mismo, por falta de recursos y estar siempre “pillados” al necesitar un segundo trabajo para mantener una vida orientada al consumo. Lo cual acaba siendo cuestión de tiempo. El problema de tener niños o niñas no es tanto el dinero como tener tiempo disponible. La solución se encuentra en el dinero, para sustituir el tiempo con los hijos e hijas mediante la contratación de una asistente del hogar. Situación ésta que genera una tensión estresante, de no estar con los vástagos, pero compensarlo con actividades o regalos que requieren mucho dinero. Por otra parte se buscan personas extranjeras que dependan de la familia contratante para vivir o para mantener una lealtad, y así poder exigir al empleado inmigrante más y de la manera más barata, lo que no permite encontrar mano de obra autóctona, que por otra parte incluye un factor de humillación al atender a los hijos e hijas de otros para ganar dinero y dejar desatendidos a los propios o no tenerles. Hoy por hoy uno de los temas esenciales a resolver y que ni siquiera se plantea es disponer de tiempo real y convertir el trabajo en una actividad gratificante. Queda solapado este requerimiento ante otros fenómenos, que como dice una aseveración de Mafalda: “nos ocupamos de lo urgente y olvidamos lo importante”.

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Me escribe Victoriano Fernández, indicando en este sentido, que los “mercaderes”, calificativo más propio, para él, de a los que antes se llamó capitalistas, son aquellos que controlan el tiempo de los otros y el suyo propio. A los pobres les queda, comenta Vitoriano, que les llamen asesinos o que se dejen asesinar “en cualquiera de las mil formas que existen de hacerlo civilizadamente”. Obviamente lo dice en un contexto existencial, cuyas connotaciones y reflejos vitales van a ser muy significativos.

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Para nada podemos despreciar esta percepción del nuevo mundo laboral. Recientemente, durante unos cursos sobre la participación de madres y padres en las asociaciones de los colegios el factor común que apareció, como problema vital entre los asistentes, fue la falta de tiempo para disponer de él. Lo que afecta negativamente en la colaboración con la educación de los hijos. Y las prisas fue otro elemento de insatisfacción para la mayoría. En la medida en que se restringe el espacio y se concentran las personas la vida se acelera. Cualquiera lo puede comprobar mediante comparar los diferentes ritmos de vida en un pueblo, una capital de provincia y una gran ciudad. La distribución de habitantes tiene repercusiones psicológicas y somáticas, con las que convivimos y a las que nos adaptamos. La cuestión es saber hasta adónde puede llegar, y cómo evitar que se llegue a una situación límite que aboque al desastre colectivo. Lo cual tiene que ver con la población.

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Hasta el s. XX no se hizo ninguna política de población, aunque tal problemática se planteo un siglo antes. La ONU ha establecido medidas en dos sentidos, el control de los flujos de migración y el uso de anticonceptivos. Ha sido necesario desligar la cuestión moral de los intereses de índole puramente pragmáticos, con el fin de desligar el acto sexual de la procreación. De manera que se establezca como un derecho universal promover nacimientos deseados, de acuerdo a las parejas o mujeres que quieran dar a luz. No verse las mujeres una y otra vez como madres sin una planificación de acuerdo a su voluntad. La primera Conferencia internacional sobre la población se celebró en Roma en 1954 en la que se propone a nivel mundial una huelga de nacimientos. El jesuita Estalisnao de Lestapis se compromete con semejante reto, para llevar a cabo políticas de regulación de natalidad. En 1951 Pío XII admite como lícito elegir los periodos no aptos para la concepción como manera de evitar el embarazo, lo que lleva un factor de riesgo bastante amplio, que no ha servido como fórmula general. Muchos son en este sentido los hijos de Ogino. Los medios más mecánicos y seguros siguen siendo negados por la Santa Sede, así como otras religiones que anteponen la voluntad de Dios a la humana en los problemas terrenales. En Occidente se ha divulgado el uso de la pastilla “del día después” y se insiste en la educación para el uso de preservativos, con dos funciones, evitar embarazos no deseados y el contagio del SIDA. En África todavía está en pañales esta práctica educativa, en parte por la pobreza endémica y en parte por una mentalidad muy diferente. Lo que da como resultado un incremento de población apenas con posibilidad de ser controlada y a la vez contar con un 25% de la población negra enfermos de SIDA.

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La primera política de control de natalidad fue puesta en práctica por Japón en 1.948, mediante anticonceptivos y la legalización oficial del aborto, para aplicar a quien no quisiera tener descendencia. Sobre todo en las zonas afectadas por malformaciones como consecuencias de las bombas atómicas que fueron arrojadas por los EE.UU. en Hirosima y Nagasaki. El gobierno y las grandes empresas colaboraron en el descenso de natalidad para poder progresar sin un tapón de población que llegara a colapsar semejante desarrollo económico y lo hiciese inviable a medio plazo. Se pasó de una natalidad de 34/1.000 en 1947 a 20/1.000 en 1954.

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En 1952 la India establece un política oficial para hacer bajar el crecimiento de población, al verse sometido a una presión demográfica acompañada de grandes bolsas de pobreza. La planificación familiar se convierte en los países en vías de desarrollo en un tema crucial para salir de su situación de miseria extendida entre amplios colectivos. En los países desarrollados sucede lo contrario. El estancamiento de la tasa de natalidad en el seno de la población rica hace que se ponga en peligro el relevo generacional de ésta. Veremos la necesidad de atraer mano de obra de otros países. Ya no sólo por una cuestión de ahorro de costes laborales, sino para el funcionamiento de la economía de los países ricos.

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La población ha sido un tema central en las reflexiones de filósofos y hombres de ciencia, cuando han abordado en sus estudios las cuestiones sociales. Es el tema de fondo de muchos problemas. Alexis Carrel3, premio Nobel de Médicina, 1912, ve en la natalidad la base para comprender y solucionar el futuro de la Humanidad. Entiende que hay una nueva concepción de ideas, a comienzos del s. XX, en cuanto a dar a luz hijos. Dice: “no hay esperanza de no aumentar el índice de natalidad mientras no se produzca una revolución en las costumbres de pensamiento y de vida y se alce un nuevo ideal en el horizonte”. Sin embargo llega a reclamar la necesidad de prácticas la Eugenesia, para perpetuar los individuos más fuertes y evitar la degeneración de la raza. Lo que pide sea uno de los objetivos de la educación. Defiende una aristocracia biológica hereditaria como manera de solucionar los problemas de la Humanidad. Idea ésta muy peligrosa y desde luego proclive al racismo. Aunque se diga de muchas maneras y mediante eufemismos éste es un criterio bastante extendido entre los pensadores de la comunidad científica, que ven la necesidad de abordar el asunto desde ópticas técnicas, apartando cualquier elemento de interpretación moral o ética. Desde luego pienso que se pueden introducir elementos democratizadores y permitir el libre desarrollo a partir de una base mínima de estabilidad económica, lo cual va a permitir un avance cultural que haga que las personas se planteen los problemas y su situación en el mundo sin dejarse llevar sobre la marcha o arrastrados desde lo irracional de las creencias.

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A comienzos de los setenta se suscitó un importante debate en torno al problema de la población. Los dos polos de la discusión4 quedaron representados por el neomaltusiano, Ehrlich, biólogo de la Universidad de Stanford. Al otro lado Commoner, biólogo de la Universidad de Washington. Para el primero el peligro número uno de cualquier sociedad es el crecimiento demográfico a nivel mundial. Rechaza hacer mediciones parciales sobre cifras de habitantes. Su propuesta fue incentivar financieramente a las madres para que no tuvieran descendencia o reducirla al máximo mediante sistemas de esterilización. Lo que se ha aplicado en América Latina desde los años ochenta. Incluso exige medidas coercitivas si hicieran falta para regular la población. En su obre “Como sobrevivir”, anuncia la necesidad de establecer un gobierno mundial para este fin. Establece que no se puede consentir el desequilibrio de que el 90% de los nacimientos sucedan en el Tercer Mundo. Lo que nos lleva a ver como el nivel de vida va íntimamente relacionado con la cuestión de la natalidad, pero a través de una nueva mentalidad, sobre todo. La presión demográfica, advierte, va a dar como resultado corrientes migratorias de seres humanos imparables. Como base material vemos que en los países pobres los hijos son el único sistema de pensiones de las personas mayores. Por otra parte la incultura, fruto de la miseria, hace que procrearse suceda porque sí, sin que los progenitores y miles de madres sin pareja tengan hijos sin pensar sobre tal suceso. El alejamiento de la tradiciones hace que los ancianos también se vean abandonados. Pero las ideas preconcebidas heredades de tradiciones culturales sigue siendo un substrato cultural vigente.

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Para Commoner el problema no es tanto de número de personas en el planeta sino el incremento de tecnologías contaminantes y la escasez de recursos por una mala distribución. Para él se trata, dice, de resolver políticamente el problema de la riqueza. La contaminación aumentó de 1946 a 1966 de un 200% a un 2.000%, mientras que en ese mismo periodo la población lo hizo en un 42%. La desproporción es total. Plantea que el desarrollo tal como se concibe es el auténtico problema. El despilfarro sucede más en economías ricas, en que la tasa de natalidad desciende. No es tanto la falta de alimentos lo que limita las posibilidades vitales de los habitantes del planeta, sino el modo de vida occidental e industrial sobretodo.

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No se trata de discutir sobre qué fue antes si el huevo o la gallina. Sino aportar análisis que sirvan para resolver criterios que apunten a una salida necesaria y posible. En el informe anual de 1.999, “geopolítica del hambre” de la Asociación Contra el Hambre (ACH), aparece: “La producción de alimentaria es suficiente para cubrir todas las necesidades. No sólo las actuales sino la de los 11.000 millones de habitantes previstas para finales del siglo XXI. El problema sigue siendo la injusta distribución”. La exclusión de 800 millones de seres humanos de la riqueza que proporciona la tecnología hace que pasen hambre o carezcan de comida para vivir con dignidad. Nueve millones mueren cada año directamente por causa de la desnutrición en todo el planeta. Indirectamente afecta a otras causas de mortalidad como enfermedades que no son curadas por falta de defensas ante la escasez de alimentos ingeridos. Lo que deja claro el presidente de esta asociación internacional, Olivier Longué, es que el hambre no es fatalidad climatológica o catastrófica, sino de falta de sensibilidad para erradicar este problema, que además se refuerza cuando se convierte en un castigo contra la población en los conflictos políticos y guerras de los países subdesarrollados económicamente.

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Se hace evidente la necesidad de iniciar un nuevo desarrollo global, que pasa por una distribución base de la riqueza, no sólo como medida de justicia, no sólo como un medio para ampliar el mercado, sino, además, para estabilizar la población. La utopía tecnológica ha dado respuesta a muchas necesidades, entre otras la de multiplicar los alimentos, con los problemas de salud que conlleva, pero que en su mismo ámbito se encuentran soluciones y se constata el aumento de longevidad y de expectativas de vida.. Pero si hay posibilidad de absorber una duplicación de la población en un siglo no lo hay para 20.000 millones de seres humanos en el siglo XXII. Tal previsión se ha de considerar ya en la actualidad. El desarrollo económico requiere de una mentalidad que lo acompaña, inevitablemente, para asumir las sociedades del mundo una conciencia que dé lugar a una acción voluntaria de limitar el número de nacimientos. Así ha sucedido en las sociedades ricas, quizá con un exceso de egoísmo y a pesar de las interferencias religiosas que se han pretendido establecer. Limitar la población es una necesidad global, que exige una mentalidad que acompañe un aumento global del nivel de vida. Cuando digo mentalidad global, no me refiero a un pensamiento único ni a una orden totalitaria, sino una conciencia planetaria del problema y que se permita articular la pluralidad poblacional. Es decir ni como cuando en los años sesenta en que hubo una obligatoriedad social de ser madre de los hijos que se tuvieran sin control alguno, ni la otra de considera tener hijos e hijas un estorbo o una carga para mantener una vida social y económica independiente y fluida, de manera que parece que hay que pedir perdón por tener una amplia descendencia. Lo que responde a un condicionante socioeconómico, más que a una racionalidad sobre el tema. Hace falta una mentalidad abierta, crítica que impulse la libertad real, aquella que le pertenece a uno en su ser y de responsabilidad, ya que todo acto individual es una categoría social.

Los problemas de las sociedades ricas y de las pobres son antagónicas. De un lado el exceso de población ante la carestía de medios para vivir. En el otro extremo la falta de nacimientos inmersos en un mundo de derroche y despilfarro. Las soluciones habrán de ser distintas, pero complementarias, para dar una respuesta concreta dentro de una visión global. En los ricos el establecimiento de la Renta Básica. En los pobres despliegue de inversiones, anulada la deuda externa, para potenciar el progreso económico en la población. Con mecanismos de desarrollo autóctono pero dentro de la prosperidad global, lo que inevitablemente va a conformar una mentalidad más abierta y plural. El objetivo es que se asienten modelos de convivencia democráticos como una norma de la cultura política planetaria. El establecimiento de estas bases va a permitir una racionalización en lo concreto de la natalidad. En definitiva, la sociedad humana ha llegado a un grado de desarrollo ciudad
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